El presidente argentino, Javier Milei, participó de la cumbre del G20 en Dubái, donde se mostró contundente en sus críticas hacia la intervención estatal como solución a problemas sociales y a los organismos multilaterales de gobernanza global. En sus discursos, que no habían sido transmitidos oficialmente pero se difundieron este lunes, defendió la desregulación económica como camino para combatir el hambre y la pobreza. “La solución está en corrernos del medio”, expresó ante los líderes internacionales.
Milei argumentó que las políticas de intervención estatal no solo fracasan, sino que además “generan un resultado peor al que había antes de que se entrometiera”. Según el mandatario, estas medidas distorsionan los sistemas de precios y someten a las poblaciones más vulnerables a depender de “dádivas” y a la corrupción estatal. “El dirigismo estatal le roba la iniciativa a los más pobres y al hacerlo les roba su dignidad”, enfatizó. En cambio, propuso como alternativa el capitalismo de libre empresa, asegurando que es la fórmula para “sacar a miles de millones de la pobreza”.
El Presidente también cuestionó el concepto de “gobernanza global”, al que definió como “la etiqueta de este fracaso”. Denunció que el sistema internacional actual no fomenta la cooperación entre iguales, sino que impone barreras al comercio, condicionamientos culturales y restricciones al acceso al crédito. “Hoy, el desacuerdo escandaliza, y el debate no es ni vigoroso ni saludable”, sostuvo, agregando que los mecanismos vigentes ofrecen solo “dos caminos: sumisión o rebeldía”. Concluyó su exposición afirmando que, frente a esa disyuntiva, Argentina elige la rebeldía.
Estas declaraciones se enmarcan en un posicionamiento más amplio que la administración Milei mantuvo en la cumbre, donde firmó el documento final con disidencias específicas. Según fuentes oficiales, uno de los puntos de desacuerdo fue “la noción de que una mayor intervención estatal es la forma de luchar contra el hambre”. La postura argentina generó opiniones encontradas en la comunidad internacional, donde el Presidente se perfila como una figura disruptiva en el escenario global.