“No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país”. Con esa frase, pronunciada con firmeza y cierto tono desafiante, Arturo Frondizi enfrentaba en marzo de 1962 la presión asfixiante de los cuarteles militares. Elegido presidente por el voto popular en 1958, Frondizi fue el primer mandatario constitucional tras la Revolución Libertadora que derrocó a Juan Domingo Perón. A pesar de que el golpe ya se sentía inminente, se mantuvo en su cargo hasta el último instante, decidido a no legitimar con su renuncia la intervención de las Fuerzas Armadas. El 29 de marzo sería destituido tras una serie de maniobras que él mismo contribuyó a encauzar para evitar una escalada de violencia.
Frondizi nació en Corrientes, hijo de inmigrantes italianos, y tuvo una destacada carrera política e intelectual. Militó desde joven en la Unión Cívica Radical, donde fue uno de los fundadores del Movimiento de Intransigencia y Renovación, que impulsó una renovación partidaria en los años 40. Fue diputado nacional, presidió la Convención Nacional de la UCR y fue compañero de fórmula de Ricardo Balbín en 1951. Tras el derrocamiento de Perón, rompió con Balbín y fundó la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Su pacto secreto con Perón le allanó el camino a la presidencia en 1958, cuando obtuvo casi el 50% de los votos. “¿Es Frondizi el nuevo Perón? No, es el Perón de la clase media”, observaban entonces desde sectores de izquierda, según recuerda el sociólogo Carlos Altamirano.
Durante su gestión, impulsó una política de desarrollo que incluyó acuerdos con petroleras extranjeras para lograr el autoabastecimiento energético y promovió la apertura internacional del país. Sin embargo, enfrentó una fuerte oposición del sindicalismo peronista, su propio partido y las Fuerzas Armadas. Hubo huelgas generales, conflictos como la toma del frigorífico Lisandro de la Torre y medidas represivas como el Plan CONINTES. En el plano internacional, su intento de mantener una relación autónoma con Estados Unidos y su negativa a votar la expulsión de Cuba de la OEA generaron tensiones con Washington y desconfianza entre los militares. La visita secreta del Che Guevara a Olivos en 1961 fue el detonante final.
La caída se concretó tras las elecciones provinciales de marzo de 1962, cuando el peronismo —inhabilitado formalmente— triunfó en Buenos Aires con la fórmula Framini-Anglada. “Fue su tumba política”, sintetizan los analistas. El 28 de marzo, los tres comandantes en jefe exigieron su renuncia. Él se negó, pero les propuso una salida sin enfrentamientos: su arresto en la isla Martín García. “Si ustedes me preguntaran a mí, al doctor Frondizi, y no al presidente de la República, qué debe hacerse…”, relató años después el historiador Robert Potash. Así fue como Frondizi diseñó su salida del poder, que se concretó al día siguiente, con la asunción del senador José María Guido bajo tutela militar. Estuvo preso 16 meses.
En 1964, luego de que Arturo Illia anulara los contratos petroleros firmados durante su gobierno, Frondizi rompió con la UCR y fundó el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) junto a Rogelio Frigerio. A 30 años de su muerte, ocurrida el 18 de abril de 1995, queda en la historia como un presidente que desafió a los poderes fácticos, apostó por una transformación del país basada en el desarrollo industrial y, pese a sus contradicciones, nunca renunció a sus convicciones.