La relación triangular entre Argentina, Estados Unidos y China vuelve a tensarse en un escenario global cada vez más polarizado. A días de renovar el swap de monedas con China por 5.000 millones de dólares, el gobierno de Javier Milei recibe la visita de Scott Bessent, flamante secretario del Tesoro del nuevo gabinete republicano liderado por Donald Trump. Esta visita, poco habitual —la última de un funcionario del mismo rango fue en 2016, durante la administración de Barack Obama—, ocurre en un momento clave: la reciente aprobación de un préstamo de 20.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI) a la Argentina y un renovado interés de Washington por influir en el rumbo económico del país.
En el oficialismo circuló la versión, nunca confirmada, de que Estados Unidos podría evaluar un préstamo directo a la Argentina, aunque esto no se alinea con la lógica proteccionista de Trump. Sin embargo, lo que sí trascendió con fuerza fue el renovado malestar de Washington por la creciente presencia china en sectores estratégicos del país. “Washington quiere asegurarse que el acuerdo con el FMI no termine prolongando la línea de crédito o el swap que tienen con China”, sostuvo el nuevo encargado para América Latina del Departamento de Estado, Mauricio Claver Carone. Incluso calificó el swap como una línea de crédito “extorsiva”.
Desde el gobierno libertario evitaron responderle de forma directa, pero fuentes oficiales aseguraron que “los hechos hablan por sí mismos”. La realidad es que, días después de esas declaraciones, el Banco Central confirmó la extensión por un año del tramo activado del swap con China, que forma parte de un total de 18.000 millones de dólares. Además, una delegación de 80 empresarios chinos vinculados a sectores clave como energía, banca y aviación visitó Buenos Aires con el objetivo de cerrar acuerdos económicos con autoridades nacionales, provinciales y de la Ciudad.
Estados Unidos, tanto con administraciones demócratas como republicanas, ha expresado reiteradas veces su preocupación por la injerencia china en áreas como la infraestructura logística, militar y portuaria. La ex jefa del Comando Sur, Laura Richardson, incluso denunció públicamente la base lunar china en Neuquén y el interés por desarrollar un polo logístico en Tierra del Fuego. A pesar de su retórica inicial en contra del vínculo con “los comunistas”, Milei ha permitido que la relación comercial con China se mantenga activa e incluso prepara un viaje oficial a Beijing.
La llegada de Bessent también genera expectativa en los mercados por su postura ambivalente frente a los aranceles. Aunque en su rol actual defiende la política proteccionista, en el pasado se manifestó en contra por considerarlos “inflacionarios”. Su trayectoria —pasó por el fondo de inversión de George Soros y está casado con un hombre, con quien tiene hijos— lo convierte en una figura atípica dentro de un gabinete trumpista de perfil conservador.
En este complejo escenario, Argentina vuelve a ocupar el incómodo rol de “jamoncito” entre dos potencias en pugna. En 2024, el comercio bilateral con China alcanzó los 16.350 millones de dólares, con un déficit para la Argentina de aproximadamente 3.000 millones. Los capitales chinos continúan expandiéndose en sectores estratégicos, especialmente en provincias del norte y sur del país. La administración Milei deberá decidir hasta dónde estirar la cuerda diplomática sin romper ninguno de los dos vínculos vitales para su frágil economía.