El lunes, el Papa Francisco recibió en el Vaticano a una delegación de líderes sindicales de la Confederación General del Trabajo (CGT) de Argentina, en un encuentro que giró en torno a la situación económica y social del país. En la reunión también estuvo presente un dirigente vinculado a Juan Grabois, en un contexto marcado por las reformas laborales impulsadas por el presidente Javier Milei, reformas que han sido fuertemente criticadas por los gremios. A lo largo de la audiencia, se discutió sobre la “dignidad del trabajo”, y según informaron fuentes sindicales, “ni se nombró al Presidente”. Héctor Daer, cotitular de la CGT, señaló que hubo consenso en que “la justicia social es un eje fundamental de la Doctrina Social de la Iglesia”.
El diálogo entre los sindicalistas y el Papa estuvo centrado en la difícil realidad económica que atraviesa Argentina. Los representantes gremiales reiteraron su respaldo a mecanismos de “diálogo social tripartito” como forma de abordar y solucionar los problemas del país, pero evitaron profundizar en críticas directas al gobierno de Milei. “No nos metimos en temas partidarios ni de política”, insistió Daer, quien además destacó que durante el encuentro se habló de “la multiplicación de las ganancias en desmedro de la construcción solidaria para las sociedades”, un discurso que, según él, contrasta con los principios de justicia social que defienden.
El encuentro, que se realizó en la sala de audiencias generales del Palacio Apostólico, contó con la presencia de otros destacados dirigentes sindicales, como Pablo Moyano, Gerardo Martínez y Andrés Rodríguez, entre otros. Durante la conversación de aproximadamente 40 minutos, el Papa se mostró impresionado por el avance de la representación femenina dentro de la CGT. Además, Francisco compartió su experiencia en el Vaticano sobre la incorporación de mujeres en puestos importantes, destacando que “ha ayudado a mejorar las cosas”. En relación a una posible visita a Argentina, el pontífice dejó abierta la puerta: “Si Dios quiere, iré”, pero aclaró que su agenda está complicada por compromisos como su próximo viaje a Luxemburgo y el Sínodo Mundial de Obispos en octubre.