La población mundial alcanzará los 10.000 millones de habitantes para el año 2050, lo que generará un aumento significativo en el ingreso per cápita gracias al despliegue de la Cuarta Revolución Industrial y la inteligencia artificial. Este avance promete la digitalización completa de la manufactura y los servicios, transformando radicalmente la economía global. Sin embargo, este progreso conlleva un enorme desafío: un incremento en la demanda mundial de energía de más del 1000% en los próximos 30 años, lo que podría resultar en una explosión de emisiones de dióxido de carbono (CO2) y un acelerado calentamiento global.
El crecimiento económico y tecnológico, impulsado por la Revolución Industrial desde el siglo XIX, es imparable. “Es imposible negarle este progreso a los pueblos del mundo en desarrollo que aspiran a alcanzar las condiciones de vida de los países más avanzados”, sostienen los expertos. Sin embargo, esta evolución debe equilibrarse con la necesidad de evitar una catástrofe ecológica. La respuesta a esta doble exigencia reside en la adopción masiva de la energía nuclear, que tiene la capacidad de generar grandes cantidades de energía sin causar daño al medio ambiente ni aumentar las emisiones de CO2.
China ha tomado la delantera en este enfoque dual. Actualmente, construye entre 10 y 12 plantas nucleares por año y cuenta con 55 plantas nucleares operativas, además de 26 en construcción, que estarán en funcionamiento en los próximos cinco años. “China dispone del mayor plantel de energía nuclear del mundo, todas construidas con la tecnología más avanzada desarrollada en sus propios laboratorios”, según informes de la China Nuclear Energy Association (CNEA). La planta de energía nuclear de Ningde, ubicada en la provincia de Fujian, es un ejemplo destacado. Con seis unidades de un millón de kilovatios cada una, genera 10.000 millones de kilovatios/hora por año, suficientes para abastecer de energía a un millón de personas. Hasta el 30 de junio, las cuatro unidades iniciales de Ningde han reemplazado 875.900 millones de toneladas de carbón y reducido en 2.300 millones de toneladas las emisiones de CO2.
La estrategia de China combina un aumento extraordinario en la provisión de energía con un fortalecimiento de la protección del medio ambiente, demostrando que ambos objetivos son inseparables para una superpotencia. La República Popular podría ya estar adelantada a Estados Unidos en la carrera por aumentar exponencialmente la provisión de energía, asumiendo al mismo tiempo el liderazgo en materia de energía nuclear. “No hay posibilidad alguna de ‘luddismo’ anti-tecnológico en el siglo XXI”, afirman los analistas. Los grandes desafíos tecnológicos, como la reducción de emisiones de CO2, solo pueden resolverse mediante el propio cambio tecnológico.
La revolución del conocimiento y la información, impulsada por la inteligencia artificial, es intrínsecamente optimista, sugiriendo que el futuro siempre está abierto a la innovación. Este cambio tecnológico, tanto científico como cultural, está en manos de los países que se posicionan a la vanguardia del futuro. La heterogeneidad en este proceso no se basa en la ubicación geográfica, sino en la comprensión e identificación cultural con los centros del nuevo proceso de revolución científica y tecnológica, principalmente Estados Unidos y la República Popular China.
En conclusión, mientras el mundo se dirige hacia un futuro con una población significativamente mayor, el desafío de satisfacer una demanda energética en auge sin causar daño ambiental requiere soluciones innovadoras. La energía nuclear emerge como una opción viable para equilibrar el progreso tecnológico con la sostenibilidad ambiental, en un contexto donde la inteligencia artificial y la Cuarta Revolución Industrial transforman la economía global.