La caída del precio del petróleo genera tensiones en la política energética del Gobierno

La drástica caída en los precios internacionales del petróleo, que ha rondado el 15% en el último mes, presenta un panorama ambiguo para el Gobierno argentino. Por un lado, esta situación podría representar una oportunidad para frenar los constantes aumentos en el precio de los combustibles, una medida muy esperada por los consumidores. Sin embargo, también puede significar una reducción en las exportaciones de crudo y una menor entrada de dólares, lo que impactaría negativamente en la economía y las reservas del Banco Central (BCRA).

El precio del petróleo crudo Brent, utilizado como referencia para la Argentina, bajó de los 82 dólares por barril en agosto a 68 dólares hace pocos días, antes de rebotar hasta los 72 dólares. Esta disminución afecta directamente al precio del crudo local de Vaca Muerta, conocido como “Medanito”, que actualmente se cotiza cerca de los 66 dólares por barril, un nivel inferior a los 68 o 69 dólares que pagaron las refinerías a las productoras en el mes anterior. “Hoy todavía la paridad de exportación sigue estando cerca de los US$ 70, así que prácticamente es similar a los precios locales”, señaló un ejecutivo del sector. No obstante, también advirtió: “Si el precio del crudo internacional sube más adelante, va a ser muy difícil trasladarlo al surtidor”.

Las promesas de baja en los combustibles enfrentan un panorama incierto

Ante este escenario, surge la posibilidad de que, si el mercado interno operara con total libertad, en octubre se produzca la primera baja nominal en los precios de la nafta y el gasoil en cinco años, algo que no ocurre desde enero de 2019. El presidente y CEO de YPF, Horacio Marín, había declarado que “bajaría el precio de la nafta” si los precios internacionales del crudo disminuían. Sin embargo, a pesar de esta promesa, existen varios factores que complican la posibilidad de una reducción inmediata de los combustibles en el mercado local.

Las fuentes del sector explican que la inflación, la devaluación, los impuestos y los biocombustibles siguen ejerciendo presión sobre los precios. Actualmente, la inflación se mantiene por encima del 4% mensual, la devaluación se ubica en torno al 2%, mientras que los biocombustibles y los impuestos registran aumentos de entre 1% y 1,5% por mes. “Hay que esperar para ver dónde se estabiliza el petróleo. Hoy rebotó 2,5%”, comentó otro ejecutivo de la industria, sugiriendo que, en el mejor de los casos, se podrían evitar más aumentos en los precios de los combustibles en el corto plazo.

El impacto económico de la caída del crudo y los desafíos para el Gobierno

Si bien la baja en los precios del petróleo podría aliviar el bolsillo de los consumidores, la situación presenta un desafío fiscal para el Gobierno. Por un lado, los impuestos a los combustibles siguen desactualizados y su incremento podría generar una mayor recaudación tributaria. Según la normativa vigente, aún restan aumentos en la nafta por 163 pesos por litro y en gasoil por 103 pesos, lo que implicaría subas de hasta el 15,4% y el 9,5%, respectivamente. De acuerdo con la consultora Economía & Energía, el retraso en la actualización de estos impuestos representa una pérdida de más de 200 millones de dólares por mes para el Gobierno, fondos que podrían destinarse a mejorar las jubilaciones o reducir el ajuste en otras áreas.

Por otro lado, una caída sostenida en los precios del crudo podría impactar negativamente en las exportaciones energéticas del país, afectando el superávit comercial energético. Las proyecciones de un superávit de entre 4.000 y 5.000 millones de dólares para este año podrían verse reducidas, lo que incrementaría la presión sobre las reservas netas del Banco Central y complicaría aún más la situación económica. En este contexto, el Gobierno se encuentra ante una encrucijada: aprovechar la baja en los precios del petróleo para frenar el alza de los combustibles, o priorizar la recaudación y el ingreso de divisas necesarias para sostener la economía.